El asesinato de "los hermanos Carito"

 

 Antonio Aragón Fernández

 

Barbate, sábado 11 de julio de 1936, pasan las diez de la noche. Dos cuerpos envueltos en un charco de sangre yacen tendidos en el suelo junto a la puerta del Bar Mejías, en la que es hoy avenida Río Barbate. Son dos jóvenes de 22 y 20 años. Uno de ellos tiene un disparo en el estómago y aún vive, el otro ha caído muerto instantáneamente después de recibir tres balazos. Por una calle próxima huye a toda prisa el hombre que acaba de abatirlos. Entre la confusión y los gritos la mayoría ignora qué ha ocurrido. Algunos afirman que "el bienhecho", un antiguo conocido de las víctimas, ha matado a “los Carito”. Nadie sabe aún que ha disparado con un revólver Smith and Wesson, relativamente fácil de conseguir en la España crispada y tensa de entonces. Poco importa eso, lo que realmente importa es que sabía como emplearlo: matar a dos personas en un chasquear de dedos es algo que no se improvisa.

Efectivamente, los jóvenes que yacen en el suelo son Juan y Manuel Caro Marín, conocidos en el pueblo por "los Carito", y militan en la C.N.T. Es más, Juan, el mayor, un albañil de gran personalidad y llamativa elocuencia, es un destacado dirigente sindical de esa organización. Fue el primero en caer y el último en morir. Lo trasladan hasta Cádiz, donde está el hospital más cercano, en uno de los escasos camiones que había en el pueblo, todos dedicados al transporte de pescado, ya que coche no había ninguno. Malas las carreteras, si es que merecían tal nombre, el vehículo tarda en llegar a la capital de provincia más de cuatro horas. Como era de esperar, se desangra por el camino. No obstante, sobrevive a una noche de transfusiones y de amanecer previsible. Fallece a las siete y diez de la mañana[2], poco después de pronunciar el nombre de su asesino.

Manuel Caro, el hermano de Juan, ni siquiera es trasladado. Lo único que puede hacer el Dr. Valencia por él es certificar su muerte, cuya causa aparece en el parte de defunción de ocho días más tarde como síncope cardíaco. Estaba claro que el levantamiento a la víspera de los militares en Marruecos comenzaba a pasar factura, y que el Dr. Valencia, vinculado estrechamente a la Falange, tenía intención de poner paños calientes sobre el relato de la tragedia.

Desde entonces, y hasta el día de hoy, a partir de la fabulación de un régimen que no quería saber nada de héroes ajenos, se han explicado estas muertes atribuyéndolas a motivos personales, no políticos. Pero, ¿había entonces algo más personal que la política para odiar e incluso matar a alguien? La guerra que vino después respondió a esta pregunta demostrando lo que significaba acabar con la vida de la gente "por motivos personales".

Los anarquistas y la España de 1936

Juan y Manuel Caro Marín eran dos jóvenes pertenecientes a la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.), un sindicato anarquista fundado en 1910 y que preconizaba la solidaridad entre la clase obrera y la acción directa como medio para conseguir los derechos de los trabajadores frente a la patronal[3]. Desde que, en las últimas décadas del siglo XIX, Bakunin fijara sus posiciones  contrarias a todo tipo de gobierno y preconizara las colectivizaciones, o sea, el dominio de los medios de producción por los trabajadores, los anarquistas se habían multiplicado entre las masas obreras de la industria y del campo. En un principio, muy especialmente, el anarquismo se extendió por el cinturón industrial de Cataluña y sobre los latifundios de la Baja Andalucía. Luego, los centros urbanos andaluces fueron una enorme cantera de militantes cenetistas. Todo ello frente a una vieja aristocracia y a una nueva burguesía dominantes que, bien representados en los órganos de poder, se mostraban incapaces de encarar los nuevos problemas del país y menos de solucionar los antiguos.

La C.N.T. se mantuvo siempre muy activa. Especialmente, sus actuaciones fueron sonadas en Barcelona en las primeras décadas del siglo XX, atribuyéndosele ciertos delitos de sangre, si bien la acción armada no formaba parte de sus postulados. Luego, la represión policial y los cierres patronales hicieron bajar considerablemente sus afiliados. Cuando, en 1931, se proclama la II República, vuelve a resurgir este movimiento sindical con nuevos ímpetus. La revolución de 1917 en Rusia había demostrado que un levantamiento popular podía cambiar el signo político a favor de la clase obrera, y cada vez los anarquistas se mostraban más convencidos de que esa era la forma de conseguir sus fines. En 1933, intentaron materializar en nuestro país sus propósitos frente a un gobierno republicano-burgués, quedándose el intento en los hechos de Casas Viejas, donde la cruel actuación de la Guardia de Asalto, lejos de desalentarlo, reforzó los propósitos del movimiento anarquista.

En Febero de 1936, una conjunción de partidos de izquierda, el Frente Popular, ganó las elecciones. La derecha entendió que la revolución de la izquierda estaba ya en marcha, a pesar de que en el Frente no estaban los anarquistas y de que los comunistas representaban a una minoría, espoleando una conspiración para acabar con la República. Prácticamente no pasaba un día sin que se oyera ruido de sables en los cuarteles. Nadie sabía, aunque muchos lo intuían, que se avecinaba una sublevación militar.

En Barbate, dos meses antes del doble asesinato, la C.N.T. contaba con 1.700 afiliados[4], para una población que apenas sobrepasaba los 5.000 habitantes. Es probable que el dato esté algo inflado, aunque el hecho de que en Tarifa los afiliados sean 1.300 y en Vejer 780, nos lleva a considerar como bastante fiable aquella cantidad. En cualquier caso, la mayor parte de los obreros barbateños estaba afiliada a la CNT, después de todo, en la provincia de Cádiz se hallaban el 30% de los anarquistas andaluces, principalmente en las zonas urbanas y vinculadas a la industria[5], y Barbate era un producto neto de la industrialización que había conocido ya la huelga en sus inicios, con paros obreros vinculados al sector pionero del atún en 1883[6], cuando se produce la primera huelga conocida en Barbate. Desde aquí, y a medida que la actividad industrial crecía en el pueblo, la conciencia de clase se iba extendiendo a otros sectores. El movimiento sin duda había fraguado en las más de veinte fábricas de pescado, entre los obreros del Consorcio Nacional Almadrabero, en cuya chanca trabajaban más de 500 personas -principalmente mujeres-, y entre los marineros que faenaban en las más de cien embarcaciones de pesca que nutrían a las distintas fábricas.

Desconocemos al detalle las actividades sindicales llevadas a cabo en aquella primavera de 1936. Sabemos que, como en otras localidades, los sindicalistas actuaron contra la contratación de foráneos (probablemente esquiroles), con la complicidad del alcalde pedáneo Tato Anglada, recriminado por su actitud en un pleno de la corporación vejeriega, pues había alentado a los obreros barbateños contra los de Vejer, los cuales desde luego no podían considerarse forasteros, ya que Barbate era una pedanía de aquella localidad. El asunto tenía que ver con las obras que se estaban llevando a cabo en el puerto viejo, situado frente a la chanca, por la empresa Entrecanales y Távora, con la que se estaba también negociando la construcción del nuevo puerto pesquero. El conflicto fue tan enconado que hubo de acudir a Barbate la Guardia de Asalto a fin de poner orden. Su actuación había sido denunciada por Tato Anglada, quien llegó a acusar a algunos guardias de intervenir borrachos[7].

Los pormenores de otros conflictos se nos escapan. Sabemos que se acababa de salir de una protesta contra  el Consorcio Nacional Almadrabero -objeto de la inquina local desde sus inicios ocho años antes-, protesta que había llevado a un paro general en Cádiz y poblaciones vinculadas a la pesca del atún[8]. También, y esto es muy importante, que para el día siguiente de los asesinatos, 12 de julio, se había programado una manifestación obrera que encabezaría el mismo Juan Caro. Menos noticias poseemos de otros ámbitos. Sospechamos un conflicto, siquiera latente, entre la patronal de la pesca (los armadores) y los trabajadores (los marineros), pues de otro modo no se entiende la alta sindicación local. De ser acertada la hipótesis, ello significaría que el tradicional consenso que representaba el Pósito de Pescadores (hoy Cofradía) se habría roto. O lo que es lo mismo, se adoptaba una actitud acorde con la filosofía anarquista, renovada con la democracia instaurada en 1931. Con el auge sin cortapisas de los sindicatos se planteaba abiertamente la lucha de clases, no su hermanamiento, idea corporativista llamada a imponerse en los regímenes fascistas y que los anarquistas habían rechazado abiertamente durante la dictadura de Primo de Rivera. Y como colofón de todo, el problema agrario, el viejo y persistente problema agrario. Porque, aunque Barbate no era un pueblo conformado por gente de campo, como sí lo era Vejer, existía aún y con mucha firmeza un lazo invisible que unía ambos pueblos, por familias, por noviazgos, por amistades, por la solidaridad o por el simple hecho de que muchos vejeriegos acudían a la mar cuando no tenían otra forma de quitarse el hambre. Y entonces, unidos por la misma miseria, jornaleros y marineros ponían en común sus inquietudes en torno a esta cuestión:

“…pesadumbres que sobre los terratenientes y campesinos andaluces pesan hoy con tanta intensidad, pues ninguno de ambos sabe como se resolverán en el porvenir los candentes problemas que hoy los preocupan, y que constituyen el exclusivo tema de su conversación; tema que posiblemente al argentino de la ciudad le parezca un poco incomprensible, pero que aquí es el `leitmotiv´de las conversaciones del casino, de la fonda y del café”.

 ¿Podría afirmar alguien con solo leer estas últimas líneas que estamos ante un periodista que las redacta en el mismo Barbate pocos meses antes de la muerte de “los Carito”? Sin embargo, está fuera de toda duda[9]. En este pueblo industrioso y tan ocupado en las faenas del mar, como ajeno al problema agrario, la solidaridad obrera se expande por las calles impulsada por el espíritu de las viejas leyendas, de Arnedo, de Casas Viejas, de Asturias…

Y, ahora, por fin, todo parecía tener un sentido. Aquella lucha de clases tendía cada vez más a valerse de métodos violentos, pues los conservadores, la derecha tradicional, no tenía intención de perder un ápice de sus viejos fueros. No obstante, la izquierda en su conjunto no se planteó jamás una lucha revolucionaria a nivel nacional, dividida como estaba entre anarquistas y socialistas. Su lucha solo podía focalizarse en lugares concretos y donde los militantes de cada sindicato eran mayoría. Así Casas Viejas fue un desorganizado intento anarquista que la respuesta gubernamental ayudó a magnificar; en Asturias, el intento socialista-anarquista fue de mayor calado. Pero también la represión. Dos actuaciones que empujaron a muchos a la extrema izquierda, cada vez más desengañada de aquella república de burgueses, visto que en ambos casos había sido la República la encargada de una represión sangrienta sobre los obreros. Al ganar peso los sectores más extremistas de la izquierda, la derecha hizo lo propio, con la complicidad de los militares, únicos que podían inclinar la balanza de su lado.

Esta era la situación cuando "los Carito" vivían, sin sospecharlo, sus últimos días de vida.

La confabulación

Aquella noche del 11 de julio de 1936 faltaban aún siete días para que el país ardiera por los cuatro costados. En Barbate, ciertos sujetos incontrolados se habían dedicado a dar “pito y goma” a aquellos que consideraban fascistas, o a sus familiares, mientras que miembros de Falange hacían votos por un más que probable levantamiento militar, supuesto presente en todas las tertulias. El alcalde pedáneo, Tato Anglada, hacía lo que podía para contener a los exaltados. Lo que en modo alguno pudo evitar es que uno de aquellos primeros días de julio varios hombres estuviesen dispuestos a algo más que poner en común sus propósitos para un nuevo orden, reuniéndose en el casino, situado en la misma calle donde se producirían los hechos, para llevar a cabo un sorteo a fin de elegir a la persona que se encargaría de matar a Juan Caro, el más destacado de los dirigentes sindicales del pueblo. Pero, ¿por qué acabar con la vida del mayor de “los Carito"?.

Uno de los principios básicos del movimiento anarquista, estribaba en la convicción de que sus militantes habían de formarse intelectualmente para adquirir los conocimientos precisos que requerían la libertad individual y la lucha obrera por los derechos de los trabajadores. Periódicos y libros fueron órganos de expresión y medios para extender el pensamiento anarquista, informando de las decisiones de los congresos y de los pasos adecuados para imponer el comunismo libertario. Desconocemos dónde o con quién estudió Juan Caro Marín, objetivo principal de las balas en aquel 11 de julio. Recordemos a este aspecto la inusitada fiebre surgida a principios del siglo XX entre las clases populares andaluzas por adquirir una buena base intelectual:

“Por doquiera surgió –ha escrito Brenan- un inmenso deseo de leer y de aprender con el fin de tener acceso a aquel caudal de conocimientos y sabiduría que representaba la prensa anarquista…”[10]

Desde luego que en el pueblo existían diversas escuelas desde fines del siglo XIX[10b], habiéndose una de ellas ubicado en el Pósito de Pescadores, en la cual estuvo enseñando las primeras letras a niños y adultos José Miranda de Sardi, periodista y poeta nacido en Chipiona[11], hombre con un gran bagaje cultural – uno de aquellos que leían “a lomos de las caballerías”[12]- e implicado plenamente en las reivindicaciones sociales, las cuales se enfocaban antes de le República, y casi por completo, en la segregación de Barbate del Ayuntamiento matriz de Vejer de la Frontera, del cual había dependido históricamente. Entra dentro de lo posible que el mayor de los "Carito" –ya en su pubertad, pues Miranda salidó del pueblo en 1931- hubiese recibido lecciones de Miranda, cuyo ideario se encuadraba en torno al socialismo combativo[13], o cuando menos que lo conociese y recibiese, de un modo y otro, su influencia en torno a la realidad y los antecedentes históricos del momento político en que vivía. Después de todo, en una aldea de poco más de 6.000 habitantes en 1930 no resultaba extraño que ambos se hubiesen relacionado.

En cualquier caso, el hecho que un joven de 22 años estuviese al frente del movimiento obrero local no solo hay que atribuirlo a una buena preparación intelectual, y a una retórica y elocuencia imprescindible para encabezar con éxito cualquier sindicato, también al hecho de que ciertamente el espíritu diletante y combativo se hallaba en ese momento entre los más jóvenes, cuestión comprobable tanto en los sectores anarquistas como falangistas, muchachos dispuestos a jugarse la vida por sus convicciones.

El hombre escogido por la “suerte” en el casino para dar muerte a Juan Caro, respondía a las iniciales A.C.C., “elemento muy caracterizado perteneciente a la Falange Española”, según se afirmó años después en el juicio, y desde luego no era uno de aquellos que estaban dispuestos a jugársela por ninguna idea. Decidió, en consecuencia, buscar a un pistolero que hiciese el trabajo sucio por él. Lo encontró en M.B.T., un hombre de unos 30 años apodado “el bienhecho”. Era una elección perfecta, pues además de saber usar el arma no simpatizaba con Juan Caro, de hecho se hablaba de una animadversión mutua. Tal vez aquella antipatía tuviese su origen en la amistad que "el bienhecho", un tabajador del campo de Vejer,  profesaba a las clases pudientes del pueblo, pues de él se decía que “siempre andaba con los señoritos”. Esto es, a los ojos de un sindicalista, M.B.T. no podía ser otra cosa que un traidor a los de su clase.

Aquel 11 de julio había sido un día muy caluroso. Víspera de domingo, mucha gente decidió tomarse el anochecer con sosiego y salir de paseo a refrescarse. Los mayores se disponían a hacer lo que todas las noches en verano, quedarse sentados a las puertas de las casas después de cenar o reunirse en alguno de los muchos patios que había en el pueblo para recordar viejas historias con la inestimable ayuda de una botella de vino, o bien para leer en común pasajes de Galdós o de Blasco Ibáñez. Los más jóvenes iban o venían de los bares, fondas y cafés o de las sedes de los partidos y sindicatos, como el de la C.N.T., ubicado tras el Cine Malia, el primer cine de Barbate. De allí salieron aquella tarde los dos hermanos para no volver a entrar jamás, ajenos al hecho de que ocho días después las puertas de su sindicato se cerrarían para no abrirse en más de cuarenta años. Pero, sobre todo, ajenos a su propio destino: “aquella noche –se dijo tiempo después- todo el mundo sabía que iban a matar a los Carito”.

El asesinato

Al enfilar la carretera denominada Fermín Salvochea -aquél gran anarquista gaditano- y hoy conocida por Río Barbate, Juan Caro se encontró con sus amigos José Marín y José Romero. Manuel Caro iba algo más atrás charlando distendidamente con otros. En realidad, nadie, excepto los asesinos, podía tener la certeza de que fuesen a atentar contra la vida de los dos hermanos. No, aquella no fue la crónica de una muerte anunciada. Lo que desde luego estaba en el ambiente, y que sin duda llega a justificar esta presunción colectiva, era la sensación de que algo terrible iba a pasar, aunque nadie hubiese podido afirmar en aquel momento los límites precisos de la tragedia que se estaba fraguando. Era una sensación que corría como un torbellino de un lugar a otro de la geografía española.

"Los Carito" iban paseando en dirección a la salida del pueblo, entonces entre el colegio de las monjas y la aduana, lugar donde solía acabar el paseo, pues a partir de ahí ya todo era carretera y pinos a un lado y a otro: “pinos juntos”, lo llamaba la gente. Pero no llegaron tan lejos, ni mucho menos, pues delante de ellos iban M.B.T., “el bienhecho”, y A.C.C., el escogido por "la suerte", interpretando un papel cuidadosamente estudiado. No muy lejos del casino, justo en la acera de enfrente y a las puertas del Bar Mejías, el primero de estos hombres dijo al segundo y de viva voz para que lo oyese claramente Juan Caro: “nosotros los obreros somos unos abusadores”. Es más que probable que no fuese la primera vez que “el bienhecho” provocaba al joven anarquista, a juzgar por la inmediata reacción de Juan: “parece mentira que digas eso de los obreros, ya tienes en la cabeza metidas las ideas fascistas”. “El bienhecho”, recibida la respuesta que esperaba, echó mano a su revólver y le descerrojó un tiro a la altura del estómago. Manuel Caro, sin pensarlo dos veces, acudió rápidamente en defensa de Juan, respondiendo el asesino con varios disparos más a quemarropa que acabaron de forma inmediata con la vida del segundo de "los Carito".

En seguida el asesino se dio a la fuga, más temiéndole, con toda probabilidad, a un linchamiento colectivo que a la justicia. Fue detenido al poco tiempo junto con otros, de quienes al día de la fecha desconocemos sus identidades, aunque parece que todos eran falangistas o afines a la Falange.

Los dos entierros

Fallecido Manuel al instante, el entierro tuvo lugar al siguiente día. Casi todo el pueblo salió a despedir el cadáver, cuyo féretro se envolvió en la bandera republicana, en una manifestación pública de dolor sin precedentes, encabezada por las hermanas de los fallecidos vestidas de luto riguroso. Destacados dirigentes comarcales del sindicato subieron a una tarima preparada a la puerta del cementerio, convirtiendo el acto en un mitin. Entre estos dirigentes, estaba Anita Rossi, una destacadad sindicalista de Vejer cuyo rastro se perderá, hasta hoy, después del 18 de julio[14].

En cuanto a Juan Caro, fallecido en Cádiz, el sepelio tuvo lugar en aquella misma ciudad el día 13 de julio a las 5,30 de la tarde. Fue, como se dijo en la prensa, una imponente manifestación de duelo, a la que acudió toda la población obrera de Cádiz. Comercios y negocios cerraron, las zonas inmediatas al depósito de cadáveres, como la plaza del Falla, estaban literalmente repletas de ciudadanos. El ataúd iba envuelto en la bandera de la C.N.T., sobre hombros de obreros gaditanos que se iban turnando, recorriendo el cortejo varias calles hasta llegar al cementerio, y pasando por la sede de los sin sindicatos, donde hizo el debido saludo. Por indicación del gobernador, Mariano Zapico, una vez llegada a la necrópolis la numerosa comitiva se deshizo, no pronunciándose un solo discurso[15]. El Sr. Zapico, interpelado por los periodistas, había afirmado que aquello había sido una “reyerta entre obreros”[16].

Los anarquistas dieron con ello ejemplo de sensatez en un momento en que otros planeaban una represión sin precedentes y sin excepciones. En ningún lado, y menos que en ningún lado en Barbate, hubo un conato siquiera de venganza. La gente asumió que era la justicia la que había de intervenir para castigar a lo a los culpables.

El juicio y el castigo

El momento en que se produce el juicio por el asesinato de "los Carito", casi dos años después del mismo, en Mayo de 1938, la situación política del país había cambiado totalmente con respecto a la fecha de los crímenes. En plena guerra civil, los golpistas ocupaban la mayor parte de España y ya eran pocos los que dudaban de su victoria, la cual sólo era cuestión de tiempo. La provincia de Cádiz, en manos de los sediciosos desde el primer momento, mal podía garantizar un juicio ecuánime alrededor de dos figuras encuadradas dentro de los enemigos políticos del momento.

Para empezar, de las varias detenciones que se realizaron, sólo una persona, el autor material de los hechos, fue juzgada: ¿falta de pruebas, o de celo en la justicia? Todo parece indicar la intención del nuevo régimen de presentar el hecho como un producto del odio o la venganza de un hombre sobre otro, sin que exista una razón política determinante, a pesar de que en la misma sentencia se define a A.C.C., que acompañaba al asesino en el momento de los hechos, como un “elemento muy caracterizado de la Falange”. Incluso suena irónica esta alusión en un momento en que esta organización ocupaba lugar preeminente y exclusivo dentro del llamado Bando Nacional, y teniendo en cuenta que no era a A.C.C. a quien se estaba juzgando. ¿Tuvo el juez un lapsus freudiano? ¿Es que A.C.C. permanecía imputado por aquellos hechos? Lo más seguro es que, sencillamente, se usara una expresión recogida en la instrucción del sumario que se llevó a cabo en las primeras horas y que en principio estaba destinado a servir para algo.

De cualquier forma, la única sentencia pronunciada sobre el caso deja en el aire muchos interrogantes por aclarar, y albergamos la sospecha de que la pena recayó sobre el autor material de los hechos, no sobre los autores intelectuales. Desde luego, no se sostiene la tesis apolítica de este doble crimen, aun desconociendo los pormenores: dos anarquistas caen a tiros en julio de 1936, vísperas de la Guerra Civil española. Demasiada coincidencia. Es más, los asesinatos se produjeron el día antes de una manifestación que la C.N.T., con Juan Caro a la cabeza, había convocado contra el Consorcio Nacional Almadrabero, una “vaca sagrada”  incluso en la República, que luego proporcionaría barcos a Franco para transportar tropas desde África a la península. Es más, el hombre fuerte del "Consorcio", el ex diputado monárquico Serafín Romeu, Conde de Barbate, llegaría a viajar hasta Italia para adquirir barcos con destino a la armada de los sublevados[17].

Fueron catorce años y ocho meses de prisión por cada asesinato, más ocho meses por tenencia ilícita de armas, los que le cayeron a M.B.T., "el bienhecho". En total casi treinta años de cárcel, que el asesino no llegó a cumplir, pues murió recluido sin que conozcamos la causa exacta de su muerte, cuyos indicios descubren como primera causa la propia reclusión, en una época donde sobrevivir resultaba ya bastante difícil para la gente libre (o mejor no recluida). En el pueblo siempre se oyó decir, que M.B.T. no fue liberado por los franquistas debido al miedo de los instigadores del hecho a que fuera a hablar y decir la verdad a todo el mundo. Se tiene por seguro que cuando alguno de los nuevos compañeros de prisión le preguntaba por la causa de su encierro,  invariablemente "el bienhecho" respondía: “Estoy aquí por matar a dos buenas personas de Barbate”.

Aún hubo alguien más que perdió su vida a consecuencia de aquellos disparos. La hermana menor de los Carito, una adolescente de 16 años, cuando al poco de ser perpetrados supo la noticia de los asesinatos, se desplomó inconsciente en el suelo, golpeándose la espalda. La herida le provocaría la muerte dos meses más tarde.

En total, fueron por tanto cuatro las víctimas de aquel 11 de julio de 1936, y tres de ellas desde luego no hicieron absolutamente nada para merecerlo. Para la familia aún quedaban tristes momentos, porque junto a la gran tragedia de la muerte, está la gran tragedia de los que sobreviven: los padres, los hermanos, los hijos, los amigos… Un hermano de “los Carito” fue llamado a filas por el bando donde militaban los causantes de las muertes. Luchó y defendió su uniforme con tal ahínco que recibió varias medallas y cruces al valor. Pero de vuelta a Barbate, muchos siguieron señalándolo como “hermano de rojos”, soportando la única cruz que no se había ganado: en España nunca estuvo el mérito individual por encima de las vinculaciones sanguíneas. El nuevo régimen franquista devolvía al país a la época de Felipe II, de nuevo la Inquisición, las sotanas en todas las casas y el pensamiento único. Para las mentes libres y los hambrientos sólo quedaban el vino y la emigración. Y en medio de todo aquello una madre sufriendo, una mujer que aún tuvo la entereza de negarse a firmar un perdón para el asesino que se hallaba en la cárcel:  “prefiero que me corten las manos”, dicen que afirmó entonces.

La reivindicación 

Juan y Manuel Caro Marín recibieron, además de aquel gran homenaje del pueblo gaditano que fue el entierro de Juan, un homenaje institucional en el mismo día por parte de la Asamblea de Alcaldes en la Diputación Provincial de Cádiz, honrándose con un minuto de silencio la memoria “de los obreros antifascistas asesinados la pasada noche en Barbate”[18]. Luego, el silencio. Cuarenta años de silencio.

Es hora de que hagamos memoria y reclamemos una verdadera justicia para “los Carito”, no buscando a sus asesinos, que hace tiempo desaparecieron de nuestras vidas, sino recordando a unos hombres que lucharon a su modo por unos ideales en la creencia de que podía haber una sociedad más igualitaria y equitativa. Su asesinato hoy sería calificado como un acto de terrorismo, ¿por qué admitir que aquellas muertes eran inevitables?  Todavía hoy son muchos los que piensan que “los Carito” murieron por meterse en política, haciéndose eco de un estigma que el nuevo régimen impuso precisamente para evitar que nadie tuviese ideas políticas.

Meses después del crimen de “los Carito”, el presidente de la República, Manuel Azaña, se quejó de los fusilamientos perpetrados por su propia gente, republicanos, en cantidad menor que los nacionales pero asesinatos al fin y al cabo. Uno de sus allegados intentaba convencerlo: “pero si son fascistas…”; a lo que el presidente replicó: “son muertos, qué más da lo demás, son muertos iguales a los que ellos nos hacen”. Nadie en el Bando Nacional se quejó de los represaliados republicanos. Juan y Manuel Caro quizás estén entre las primeras víctimas de la Guerra Civil. Después de 70 años seguimos sin devolverles la justicia que se les negó en vida.

Reconocimientos

En 2013, siendo alcalde Rafael Quirós, la avenida Hermanos Romeu Abreu, cambió de nombre para pasar a llamarse desde entonces Hermanos Carito.

Por Acuerdo Plenario del día 8 de mayo de 2019, con Miguel Molina como alcalde, se acordó aprobar la moción del Grupo Municipal Somos Barbate relativa al otorgamiento de Hijo predilecto y concesión de la Medalla de Oro, a título póstumo, a los Hermanos Carito. Recibió la aprobación unánime de toda la Corporación[19].

 

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[1]   Este artículo fue publicado en el periódico Trafalgar Información, en tres números que vieron la luz en los meses de julio y agosto de 2006. He realizado algunas correcciones puntuales, desarrollando ciertos argumentos que la obligada condensación periodística no posibilitó en su momento, eso sí, sin rectificar argumentos ni alterar el estilo. Además, se añade la bibliografía correspondiente. Las fuentes principales para redactar el texto fueron la Sentencia nº 44, Fallo 2112, de 1936 emitida por el Juzgado de Chiclana, una de cuyas copias me fue facilitada por mi amigo, y sobrino de “los Carito”, Antonio Caro, a la que se añadió las noticias del Diario de Cádiz y las distintas conversaciones mantenidas con el propio Antonio Caro. Desde estas páginas quiero agradecerle toda la información proporcionada y sus desvelos porque el caso de sus tíos no cayese en el olvido.

[2] Diario de Cádiz, 13 de Julio de 1936.

[3] Para una historia de la Confederación Nacional del Trabajo, de forma sucinta y precisa:  Brenan, Gerald: El laberinto español. Antecedentes políticos y sociales de la guerra civil. Círculo de Lectores. Barcelona, 1988; para un conocimiento más profundo y actualizado: Vadillo Muñoz, J.: Historia de la CNT. Utopía, pragmatismo y revolución. Ed.: Los libros de la Catarata. Madrid, 2019.

[4]  Maurice, Jacques: El anarquismo andaluz. Campesinos y sindicalistas (1868-1936).  Ed. Crítica. Barcelona, 1990; Calero, Juan Pablo: Vísperas de la revolución. El congreso de la C.N.T. (1936). Germinal, 7 abril 2009: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3785901.pdf

[5]   Calero, Juan Pablo: Op. cit.

[6] Aragón Fernández, A.: Orígenes de la almadraba de Barbate. http://www.estampasdelbarbateviejo.es/137684686

 [7]   “El Tato, sobre su obra y muerte”, por Antonio Aragón Fernández. Barbate Información.  (16 diciembre de 2000). Actas Municipales del Ayuntamiento de Vejer. 10 de junio y 1 de julio de 1936.

 [8]  Aragón Fernández, A: Serafín Romeu Fages, primer Conde de Barbate. En Comunicaciones presentadas con motivo de los actos celebrados en el 75 Aniversario de la Segregación de Barbate. Del 11 al 20 de Marzo de 2013. Coord.: Antonio Aragón Fernández. Ed. Ayuntamiento de Barbate y Diputación Provincial de Cádiz. Barbate, 2013. Págs. 96 y 97.

[9] Arlt, Roberto: Aguafuertes españolas. Compañía General Fabril Editora. Buenos Aires, 1971.

[10] Brenan, Gerald: El laberinto español. Antecedentes políticos y sociales de la guerra civil. Círculo de Lectores. Barcelona, 1988. Pág. 239.

[10b] Criado Atalaya, J.A. y Montero Barrado, J.M.: La educación en Barbate durante la época franquista. Política municipal y acción del estado (1938-1975). Tarifa, 2005. Pág. 32 y ss.

[11] Malia Sánchez, F. y Aragón Fernández, A: José Miranda de Sardi, periodista y poeta. Su papel en la independencia de Barbate. Cuadernos de Historia de Barbate y su comarca, nº 1. San Fernando, 1988.

[12] Brenan, Gerald: El laberinto español. Antecedentes políticos y sociales de la guerra civil. Círculo de Lectores. Barcelona, 1988. Pág. 239.

[13] Malia Sánchez, F. y Aragón Fernández, A: José Miranda de Sardi, periodista y poeta. Su papel en la independencia de Barbate. Cuadernos de Historia de Barbate y su comarca, nº 1. San Fernando, 1988.

[14] Debo esta información a Carlos Gómez López, a quien doy públicamente las gracias por este dato.

[15] Diario de Cádiz, 14 de julio de 1936.

[16]  ¿Quién mató a los Caritos?. La Voz del Sur. 21 de julio de 2018. Santiago Moreno y Luís Rossi. https://www.lavozdelsur.es/quien-mato-a-los-caritos-y-ii/

[17]  Aragón Fernández, A: Serafín Romeu Fages, primer Conde de Barbate. En Comunicaciones presentadas con motivo de los actos celebrados en el 75 Aniversario de la Segregación de Barbate. Del 11 al 20 de Marzo de 2013. Coord.: Antonio Aragón Fernández. Ed. Ayuntamiento de Barbate y Diputación Provincial de Cádiz. Barbate, 2013. Págs. 99 y 100.

[18]  Biografía y nuevos datos sobre la muerte de Francisco Tato Anglada, el farmacéutico y alcalde-pedáneo de Barbate en 1936. Hernández Navarro, F.J. y Moreno Tello, S. En Comunicaciones presentadas con motivo de los actos celebrados en el 75 Aniversario de la Segregación de Barbate. Del 11 al 20 de Marzo de 2013. Coord.: Antonio Aragón Fernández. Ed. Ayuntamiento de Barbate y Diputación Provincial de Cádiz. Barbate, 2013. Pág. 136.

[19]  Acuerdo para aprobar la Moción del grupo municipal somos Barbate relativa al otorgamiento del título de Hijo predilecto y concesión de la Medalla de Oro, a título póstumo, a los Hnos Carito. Sesión Ordinaria 8 de mayo de 2019.