Antonio Aragón Fernández
Espoleado por la llamada biológica, cada primavera el atún rojo acude al Mediterráneo para desovar. Desde antiguo, se conoce su pesca y comercialización,
las cuales generaron una gran actividad económica por la necesidad de trabajadores e inputs imprescindibles, como la sal y los envases, o los artes de pesca y sus complementos, el transporte del producto, su venta, etc…
En la órbita
geográfica del Mediterráneo, los estrechos han representado siempre las zonas más idóneas para tender trampas a los atunes: Bonifacio, Sicilia, Messina, Bizancio, pero sobre todo el Estrecho de Gibraltar, donde históricamente
se situaron los centros productivos de salazones de atún más famosos. El hecho derivaba de un cuestión geológica determinante: los continentes africano y europeo se acercan aquí hasta configurar una especie de embudo que
la especie tiene forzosamente que atravesar en su marcha hacia el Mediterráneo. En consecuencia, el número de los atunes que se concentraban en este paso era necesariamente mayor que el que se podía hallarse en cualquier otro punto del
orbe. Un estudio científico japonés, realizado en los años 80 del pasado siglo, sostenía que el número de atunes que cruzaba el Estrecho cada año no bajaba de media del millón de ejemplares[1].
Y esto en una época de drástico declive para la especie.
Siendo así, no es extraño que la pesca del atún en la zona haya posibilitado puntos de gran tradición. En el Siglo de Oro, fueron Conil y Zahara los más
importantes. En el siglo XIX, vendrán a unírseles Barbate y Sancti Petri, motivando un desplazamiento de las grandes capturas hacia el oeste: si en la edad moderna era Zahara la almadraba más productiva, seguida muy de cerca por Conil,
en la contemporánea será Barbate la que encabece la serie, con una leve ventaja sobre la de Santi Petri[2].
Almadraba “Ensenada
de Barbate”
El nacimiento de la almadraba de Barbate obedeció a varias causas, entre las que destacan las facilidades legales instituidas para formar nuevas almadrabas o el desestanco de la sal. Pero el triunfo de
la de Barbate fue obra de la burguesía de la segunda mitad del siglo XIX y de la revolución industrial, una combinación de una favorable situación política y de los avances tecnológicos que se estaban entonces produciendo.
La comunión de estos y otros factores hizo que, por expresarlo metafóricamente, la almadraba de Barbate llegase a ser la perla de la corona condal de Serafín Romeu Fages.
A pesar de la importancia que para
Barbate supuso la instalación de una almadraba en sus aguas y de una fábrica para procesar el atún en el pueblo, son muy escasos -y al parecer erróneos- los datos que se han publicado sobre su génesis y desarrollo
[3].
Sin que se tengan noticias de almadrabas en Barbate antes del siglo XIX, su plataforma legal se establece con el nuevo reglamento de almadrabas
de 1866, en el que se autorizaba a calar almadrabas de buche en el Estrecho
[4]. Ocho años después, en 1874, nace la almadraba “Ensenada de Barbate”,
asentándose su concesión en el Libro de Registros de Almadraba a nombre de doña María Encarnación Guerrero
[5]. Se trataba de una almadraba
“de ensayo”, es decir, no se tenía conocimiento de que en el lugar se hubiese pescado nunca antes atún, al contrario de lo que había ocurrido en Zahara o Conil, cuyas almadrabas eran de origen “inmemorial”. Por
tratarse precisamente de un ensayo, la concesión, como obligaba la ley, se efectuó por cinco años, iniciados el 20 de agosto de 1874, con el compromiso ineludible de la arrendataria de abonar 125 pesetas en cada uno de los ejercicios estipulados
[6].
No debió funcionar mal el negocio, a juzgar por su continuidad, pero aún así se registra una cambio de titularidad. El
3 de octubre de 1879 se arrienda a Juan Manuel Zarandieta por la cantidad de 3.000 pesetas, persona que va a detentarla entre los años de 1880 y 1887, después de acogerse a tres prórrogas, habiéndose obligado a abonar 5.112 pesetas
por cada anualidad. He aquí cómo nos encontramos ya con el primer fomentador de Isla Cristina, aunque de origen ayamontino, que se instala en nuestras aguas, en la tónica general de unos años que contemplan el dominio onubense del
mundo almadrabero
[7].
Parece que fue Juan Manuel Zarandieta Pérez quien siente las bases de lo que será luego la almadraba
más productiva del Estrecho. Era Juan Manuel el mayor de once hermanos. Había nacido en La Higuerita en 1824, hijo de un comerciante casado con la hija del estanquero de Ayamonte, la cual procedía de un linaje de cierta alcurnia
[8]. Aún así, el dinero para instalar en condiciones óptimas una almadraba no era cualquier cosa. Por aquellas fechas se estimaba en unas 100.000 pesetas, pudiéndose
obtener un rendimiento del 500 por cien: “este capital debería destinarse a la compra de una almadraba y de sales y madera de envase, a levantar una fábrica de salazones, anticipos de personal y buques y demás atenciones. Estos medios
materiales exigen el impulso de un director, hombre de conocimientos y práctico juntamente en la pesca, en la preparación y en el conocimiento de los mercados. Aquí menos que en otra industria los conocimientos y lo práctico no
se improvisan…”
[9].
Estas condiciones económicas y humanas hacen que Juan Manuel aparezca desde el primer momento asociado
a uno de sus hermanos en la empresa, Práxedes Zarandieta, cura propio de Isla Cristina
[10].
Los higuereños poseían
una gran tradición en la formación de empresas pesqueras
[11], entre unos cuantos hombres reunían el capital, a partir del cual se compraban barcos
y utensilios de pesca, y se contrataba marineros. En principio, eran empresas que tenían por objeto la comercialización de la sardina, pero a mediados del siglo XIX ya poseían los suficientes medios económicos para atreverse con
los atunes, mucho más costosos de pescar y elaborar.
La mayor parte de los que podían aspirar a un negocio de tal calibre en Isla Cristina eran catalanes o descendientes de catalanes. Ya en 1818, los padrones higuereños
nos dejan claro que poseían hasta el 75% de las propiedades en fincas y más del 70% de los negocios. Algunos prosperaron con el tráfico “de salados”, principalmente de atún, que en la década de 1840 doblaba a
la sardina, con 164.732 kgs. transportados entre 1840 y 1843. Conocían perfectamente las costas de La Janda, pues hacían escalas tanto en Barbate, en Conil como en Zahara
[12],
lugares que junto con Tarifa
[13] les servía para completar la carga de atún y bonito.
Claro que también había
algunos de estos emprendedores que no procedían de Cataluña y habían prosperado. Los Zarandieta fueron la excepción más llamativa, pues al menos tres hermanos se convirtieron en fomentadores del atún: además
de Juan Manuel y Práxedes, Antonio Francisco, quien recibió en junio de 1883 la concesión de Punta de la Isla (Sancti Petri). Aún así, parece que el negocio en que Juan Manuel -también a la cabeza de la almadraba de
La Barrosa- y su hermano Práxedes se habían embarcado les venía demasiado grande. No puede entenderse de otra forma el hecho de que acudieran a dos capitalistas para que ayudasen a sobrellevar la empresa: se trata de Wenceslao Rahola y
Luis Odero, lo cual suponía la entrada en el negocio de genuino capital catalán: los Rahola, vinculados a una casa genovesa cuyo representante principal en España era Ángel Parodi
[14].
Pero la empresa tuvo tales problemas entre el titular y sus socios, que las sentencias a que dieron lugar, ya en el Tribunal Supremo, acabarían por formar parte de una colección jurídica que sería estudiada por sucesivas generaciones
de estudiantes de derecho
[15].
En medio de estos litigios, en junio de 1883, los operarios de la almadraba acordaron ir
a la huelga
[16], siendo la primera que se documenta en Barbate, y que más que con cuestiones laborales quizá haya que ponerla en relación
con una huelga convocada en el campo andaluz o con la sentencia a muerte dictada ese mes contra jornaleros andaluces en el conocido proceso contra “La Mano Negra”
[17].
No eran estos los únicos problemas que la almadraba de Barbate habría de afrontar en sus primeros años. El 20 de noviembre de 1886, Cesáreo Cerezo, vecino de Cádiz, solicita la instalación por
vía de ensayo de una almadraba de buche en las inmediaciones del Cabo Trafalgar, instancia a la cual da curso el comandante de marina de Cádiz con el visto bueno del Ayuntamiento de Vejer, “que nada tiene que exponer en contra de tal concesión
y así que la Municipalidad ve con gusto la instalación de dicha almadraba por ser en beneficio de la industria así como que no redunda en perjuicio de terceros”
[18].
Pero entre los “terceros” que no lo entendieron así, se hallaba Juan Manuel Zarandieta, para quien tal circunstancia podía dar al traste con la almadraba de Barbate que había arrendado, después
del trabajo que se estaba tomando para sacarla adelante, pues el atún entraba y entra en la ensenada por el suroeste, empujado por las corrientes atlánticas procedentes de ese cuadrante. Si una nueva almadraba se interponía entre la suya
y el cabo de Trafalgar, era más que previsible que no cogiese un solo atún, motivo más que suficiente para oponerse a la misma. Y esto último fue lo que hizo. Junto a su socio Rahola, Zarandieta objetó que el reglamento impedía
la colocación de una almadraba a una distancia no superior a las tres millas, requisito que no cumplía la que se instalase en Trafalgar, que si al este tenía la de Barbate, al oeste tenía la más inmediata de Conil. En realidad,
la almadraba que Cerezo pretendía colocar se hallaba a algo más de distancia, y con este argumento, el ayudante de Marina estuvo conforme con el nuevo solicitante, lo cual en la práctica suponía que finalmente la almadraba se calase.
Sin embargo, la almadraba de Trafalgar, aprobada definitivamente por Real Orden de 19 de enero de 1889, no llegó nunca a instalarse, aunque desconocemos las causas, que parecen obedecer a la oposición del propio Zarandieta
y de Wenceslao Rahola
[19], que de una a otra forman consiguieron disuadir a Cerezo.
Sea como fuere, la almadraba de Barbate prosperó,
usándose como paradigma en 1888, junto a otras mucho más antiguas, para animar a otros emprendedores: “ejemplos palmarios de esta ganancia que pudiera parecer ilusoria, cuando en tal industria han fracasado recientemente buenos capitales
nos lo ofrecen las almadrabas de Rota, Torregorda, Zahara, Punta de la Isla, Barbate y otros en la provincia de Cádiz, en Galicia, y en la Isla Cristina…”
[20].
Una almadraba de buche
Remontados otros, el principal problema a que se enfrentaron estos primeros almadraberos se derivaba del hecho de hallarse ante un sistema de pesca desconocido en la costa gaditana.
Efectivamente, la almadraba de buche no tenía tradición en esta zona, entre otras cosas porque los intentos de calarla chocaron con la oposición de los pescadores, sobre todo con los de Conil. Estos, alegaban razones tanto ecológicas
como laborales para oponerse, pues argumentaban que llenaba los fondos marinos de piedras –usadas para anclar las redes-, y no empleaban ni la cuarta parte del personal atribuido a la almadraba de tiro
[21].
La oposición encabezada por Conil fue tan firme que cuantas veces el gobierno autorizaba la almadraba de buche había luego de recular ante las protestas de aquellos pescadores, asistidos por ciertas opiniones autorizadas
[22]. En Madrid, en las propias Cortes, este tema dio pie a una acalorada discusión en abril de 1842, insinuándose intereses oscuros de una y otra parte,
y que incluso algunos habían puesto “muchos miles de duros” por medio a favor del sistema de buche
[23].
Pero el Reglamento
de Almadrabas de 1866 vino a poner fin a estas disputas, al autorizar cualquier sistema para pescar el atún con redes, tanto de tiro, de buche, como de monteleva. Fue este reglamento el que preparó el terreno para el nacimiento de la almadraba
en Barbate, pues además contemplaba, en su artículo 25, la posibilidad de calar las redes a modo de ensayo por un periodo de 5 años y con una renta anual bastante baja.
Esta vez la oposición de los pescadores,
agrupados en gremios, fue mucho más tenue, y en cualquier caso ignorada por el Gobierno, que ya no volvió a desautorizar nunca más la almadraba de buche, permitiendo tanto en Zahara como en Sancti Petri mudar incluso la de tiro aún
con concesiones anteriores a la ley [23b]. La misma villa de Conil se unió a la nueva modalidad en septiembre de 1880, cuando se dejó finalmente de calar allí almadrabas de tiro
[24].
Implantada por tanto la almadraba de buche en Barbate, el problema estribaba en encontrar operarios lo suficientemente capacitados para trabajar en ella. Fue un problema que, formulado años antes en las costas onubenses, abrió
en Barbate el camino para resolverse de la misma forma que en aquellas: para los capitanes o “arráeces”, y sus segundos o “sotarraeces” se acudió a la tradición almadrabera valenciana. En concreto, desde los tiempos
ducales, se recurría a Benidorm a fin de traer unos hombres que eran esenciales para calar las redes y sin los cuales todo lo demás no podía arrancar
[25].
Luego estaba el personal de base. El número de trabajadores para las almadrabas de buche raramente subía de 200, y con el tiempo iría disminuyendo. Pero, no siendo tan elevado su número, sí se necesitaba
gente práctica y de confianza, prescindir de los advenedizos que, procedentes de cualquier parte, habían dado mala fama a las antiguas almadrabas. Dado que en las costas de Huelva ya se pescaba atún con este sistema, y dado también
que aquellas almadrabas acostumbraban a trabajar el llamado atún “de vuelta” -el que regresa después de desovar- en los meses de Julio y Agosto, la cuestión se resolvió reclutando a esos mismos hombres para una almadraba
que era “de venida” y que se calaba entre los meses de abril y junio. Desde entonces, fue tradicional en Barbate la arribada a mediados de marzo de todo este personal de Huelva para trabajar en la almadraba de Barbate.
El
hecho es que, en julio de 1893, había 18 almadrabas en explotación, de buche o de monteleva, en la provincia de Cádiz. La almadraba “Ensenada de Barbate”, que después de Juan Manuel Zarandieta había pasado definitivamente
a Wenceslao Rahola, la explotaban en ese momento los herederos de éste, siendo el principal administrador Arturo Rahola
[26].
Serafín
Romeu Portas
Al mismo tiempo que los Zarandieta en el negocio de los atunes, otra familia de Isla Cristina hacía lo propio por su cuenta: los Romeu. Estos representan la estirpe más exitosa en el mundo almadrabero
de cuantas lograron constituirse. Su origen está en Cataluña, concretamente en Sitges, hundiendo sus raíces en los primeros navegantes-aventureros, gente emprendedora y decidida que a bordo de sus londros bajaron a las aguas del Estrecho
abriéndose camino entre los piratas y los recaudadores de impuestos para finalmente instalarse en La Higuerita. Gracias a estos catalanes y a gentes de Ayamonte y otros lugares que se les unieron, prosperó este pueblo, que aprovechaba las pesquerías
cercanas y la sal más barata de Portugal. De manera que en el momento en que los fomentadores o empresarios de la pesca higuereños pongan su interés en otras costas, lo harán a partir de una aquilatada experiencia local que había
tenido en la sardina y el atún sus principales exponentes [26a].
La familia Romeu Portas se había originado por el casamiento de Cristobal Romeu Casañas, nacido en Sitges y todo un pionero de las artes de pesca en las
costas onubenses, y de María de la Bella Portas Font, nacida en Lepe, pero también hija de sitgetanos. El matrimonio tuvo ocho hijos, y al menos tres de ellos se van a dedicar al negocio almadrabero, como también van a ser tres los hijos
que enlacen matrimonialmente con los Zarandieta. Hubo por tanto una relación muy estrecha entre ambos, lo que va a ser decisivo para el predominio de Isla Cristina en el negocio del atún
[27].
A principios de la década de 1880, la familia Romeu Portas se halla inmersa plenamente en el mundo de las almadrabas. En 1882, Rafael Romeu Portas, casado con Encarnación Zarandieta, obtiene autorización para calarlas en
Moguer: Torre La Higuera y Picacho Dorado. En esas mismas fechas, su hermano Ramón para dos almadrabas de ensayo: Cartaya y Aguas de Ceuta, y también autorización para seguir explotando las de Isla de Benidorm, Congreso, Reina Regente
(Huelva), Cantonería y María Cristina, además de una almadraba de sardinas en Cádiz
[28]; en 1888, Ramón Romeu Portas arrienda por
un periodo de nueve años y ocho meses un espacio de 2.000 metros cuadrados en Sancti Petri para construir una chanca
[29], y en 1895, solicita instalar una almadraba
de sardinas en Benidorm[29b].
Serafín Romeu Portas, padre del futuro conde de Barbate, siguió el mismo camino que algunos de sus hermanos en lo tocante a los negocios almadraberos, siendo desde luego el que más beneficios obtuvo.
Debía de ser hombre de gran carácter, pues la decisión de casarse con una de sus sobrinas iba mucho más allá de la pura endogamia practicada entre familias con un mismo origen.
Serafín, como
Ramón, puso sus miras en la almadraba de Sancti Petri. Al menos desde 1889, se había asociado con los Rahola, junto con los que había arrendado un terreno en el que se hallaba una fábrica de atún
[30].
Sin embargo, hoy por hoy desconocemos la fecha exacta en que Serafín Romeu Portas recibe en exclusiva la concesión de la almadraba barbateña. Como hemos visto, al menos hasta principios de la década de los noventa no
figura entre los arrendadores. En 1895, la almadraba de Barbate se había concedido “a los señores Domínguez Martínez” en 151.000 pesetas anuales
[31].
Es bastante probable que Serafín Romeu Portas sea por esta época propietario de la fábrica de Barbate, la Chanca, estando más vinculado al procesamiento del atún barbateño que a su captura
[32],
y que no obtenga la concesión en exclusiva hasta el cambio de siglo.
En cualquier caso, lo más importante era que el atún entrase en la chanca para su comercialización, y en este campo llegó a imponerse
a todos los empresarios de la pesca del atún en España. Hasta el punto que la actividad desplegada por él en los últimos veinte años del siglo XIX fue tal “que a ejemplo de los reyes del acero, del petróleo
y del hierro en el Norte América, era él en España y en el extranjero, el que imponía los precios de los atunes y otros pescados en conserva y salazón”. Era un gestor nato, “alma de todos sus negocios”,
a los que no dejaba de atender personalmente, hasta el punto que “días antes de morir tenía en sus bolsillos más de trescientas cartas de distintos negocios que sólo él contestaba”.
Los números
refrendan sus logros. Serafín Romeu Porta llegará a poseer las fábricas de conservas de pescado de Barbate, Torregorda e Isla Cristina, las cuales producían anualmente unas 35.000 cajas de atún en aceite, con unos
ingresos de unos 4.900.000 pesetas. También acabará poseyendo las almadrabas de atún de Barbate, Punta Umbría, Terrón y Conil, esta última junto a Ramón de Carranza, abonando por ellas al Ministerio de Marina
535.000 pesetas cada año.
Pero sus negocios no sólo se circunscribían a la pesca del atún. Poseía también dos artes de pesca de sardinas o tarrafas, uno en Isla Cristina y otro en Portugal,
así como numerosos faluchos y otras embarcaciones de vela y cinco vapores, todos ellos dedicados a sus industrias pesqueras; desde el mes de abril y hasta Agosto, daba empleo a más de 1.500 operarios de mar y 800 de fábricas, además
de numerosa tripulación para los barcos referidos.
Romeu Portas compraba cada año de 25.000 a 35.000 arrobas de aceites refinados andaluces y de Tortosa para sus conservas, gracias también a los cuales sus marcas gozaban
de acreditada fama en los mercados europeos y americanos; también adquiría todos los años para sus fábricas más de 35.000 cajas de madera procedentes de Málaga, Sevilla y Huelva; así como unas 282.000 latas
fabricadas en Bilbao y Vigo.
Se decía que, en las subastas de las almadrabas, los otros postores hacían aumentos considerables en sus pliegos apenas veían a Romeu Porta interesarse por la almadraba en cuestión,
aunque al final siempre acababa imponiéndose en la puja.
La manifestación de su riqueza no solo queda patentizada en las grandes cifras. En los días de su convalecencia estaba rodeado de los más eminentes
doctores de Andalucía y de los más afamados cirujanos franceses y alemanes. “La industria pesquera de España –se puede leer en un periódico nacional- ha perdido su más valioso campeón y los pobres
pescadores un padre cariñoso y pródigo en mercedes...Los capitanes o arráeces de almadrabas de Benidorm, el pintoresco pueblo de la costa levantina de la provincia de Alicante que más inteligentes hombres de mar para la pesca del
atún consigna en su matrícula, han celebrado en corporación solemnes exequias a la memoria del señor Romeu”
[33].
La Chanca
En la década de 1890 debió comenzarse a construir la chanca o fabrica de atún barbateña que hoy conocemos (Si bien aparece en un plano de 1872, se trata de una reedición del plano
en que se incluye). Con anterioridad hubo una chanca o “fabriquín” frente al antiguo embarcadero, cerca de donde hoy se haya la Peña Flamenca, cuya existencia se prolonga hasta la segunda mitad del siglo XX.
La nueva chanca se construyó hacia la desembocadura del río, en los límites de la pleamar más viva. Parece que en principio el nuevo recinto abarcó un total de 9.231 m/2, incluyendo un muelle de madera en el río,
dedicados casi en exclusiva al procesado del atún.
En 1904, Serafín Romeu Fages hereda esta fábrica de su padre, para posteriormente, en marzo de 1911, añadir otra parcela de 1.522 m/2 y ampliar el muelle
de madera; finalmente, el 4 de junio de 1917, el empresario agrega a todo lo anterior un terreno de 3.300 m/2, en el cual edifica otro muelle de madera y una vía férrea de enlace para los vagones que han de conducir el atún al interior
de la fábrica. En total, la chanca abarca en 1917 un total de más de 14.000 m/2
[34].
Esta fábrica, que llegó
a contar con 5 muelles de madera en el interior del rio, fue el emblema de la familia Romeu, hasta el punto que el Conde de Barbate se construyó, también hacia 1917, un chalé junto a ella
[35].
El hecho inevitablemente nos recuerda al duque de Medina-Sidonia y su palacio de Zahara de los Atunes. Desde el chalé, el empresario podía observar, catalejo en mano, como lo debieron de hacer en su día los duques en Zahara, todas las
faenas de la almadraba. Además, poseía un pasillo de entrada hacia la fábrica, de modo que tenía acceso directo a las oficinas ubicadas en la misma
[36].
Para trabajar en una gran fábrica de la nueva era industrial hacían falta muchos brazos, máxime cuando una ingente cantidad de materia prima, como en Barbate, había de procesarse de inmediato. En la época
de entrada del atún, entre abril y junio, van a ser imprescindibles unas 500 personas, entre hombres y mujeres. Con una población, hacia el cambio de siglo, de unos 1.500 habitantes, resultaba obvio que el pueblo no podía suministrar
la mano de obra imprescindible, por lo que había que importarla. Así fue como gentes de Vejer y de la comarca, y sobre todo de la costa onubense (Lepe, Redondela, La Higuerita…), de las costas andaluzas del Mediterráneo y de Benidorm
[37], gente en definitiva de lugares con alguna tradición almadrabera, comienzan a peregrinar cada primavera hasta Barbate, también para trabajar en la chanca.
Solían aparecer ya a finales del mes de marzo, quedándose hasta junio. La mayor parte eran hombres casados, gente con experiencia almadrabera, que acudía con la familia, ya que muchas mujeres trabajaban en la chanca y los niños
a partir de los 12 años echaban un cable como aprendices en barcos, talleres y saladeros
[38].
Como en tiempos del duque de Medina-Sidonia,
gran parte de ese personal procedente de los pueblos onubenses viajaba hasta aquí en barco, retrasándose la llegada si el tiempo en la mar no acompañaba
[39].
El lugar donde se levantaba “el real de la almadraba” se hallaba situado frente a la playa y al margen del pueblo, extendiéndose, conforme muchos se asentaban y cambiaban de actividad, hacia un sitio conocido como “el Zapal”,
donde improvisaban chozas de juncos y nea, de castañuela, o simples casetas de madera
[40].
Años más tarde, incendios como
el ocurrido el 26 de agosto de 1925
[41] debieron obligar a construir con materiales no ignífugos, como las chapas metálicas, procedentes de bidones
y latas, transformándose la mayoría en construcciones permanentes.
Los mercados del atún
Hacia 1880 el atún estaba en alza gracias a los nuevos medios de conservación,
pues se estaba experimentando una revolución industrial que llevaba las máquinas al proceso productivo. En la comercialización del atún, eso se tradujo en una mayor facilidad para la conserva del producto, que ahora podía
enlatarse e introducirse en aceite. Tanto los envases, las latas, como la operación de introducir el conservante y de cerrar el envase requerían de máquinas especializadas para estas operaciones, lo cual a su vez exigía de grandes
inversiones, pero como contrapartida y a la larga se abarataba el producto y permitía su llegada a lugares más alejados.
Parece que el interés de los genoveses por el atún de las almadrabas en esta nueva
época arranca de los contactos de los Rahola con Génova. Fueron José Rahola Godó y su hermano Juan, naturales de Cadaqués (Girona) quienes establecieron una estrecha relación con los genoveses. De hecho, Juan llegará
a instalarse en la propia Génova. Wenceslao Rahola, como hemos visto, está ya presente en la almadraba de Barbate y de Sancti Petri después de 1880, y es de suponer que, al menos desde entonces, procedente de una almadraba que apenas tenía
un lustro, el atún de Barbate, a estas alturas, esté ya siendo exportado al norte de Italia. Fue entonces cuando la producción enlatada comenzó su línea ascendente, vinculándose la misma con el éxito en
los mercados italianos
[42].
Aún así, los viejos sistemas siguieron perviviendo. Los salazones continuaron elaborándose,
seguramente del mismo modo que hacía más de veinte siglos, y así se ofertaban en los mercados, donde la mojama goza de elevada reputación culinaria, llegando, en el año 1925, a provocar una mordaz crítica literaria
por su alta cotización
[43]. También los barriles o pipas, que antaño habían sustituido –o convivido- con las ánforas, sobrevivieron
a la mecanización, pues, por su tamaño y facilidad de construcción difícilmente podían ser reemplazados, aunque era el proceso de mecanización y la apertura de nuevos circuitos comerciales el que en realidad estaba
tirando de la industria conservera, porque la mayor parte del pescado o se vendía en conserva o se vendía en fresco gracias a las cámaras frigoríficas que se incorporaron a los ferrocarriles.
El atún
que propicia grandes producciones, necesita de grandes mercados, y los grandes mercados están en las ciudades. El hecho de que Génova absorba buena parte de la producción italiana de atún y casi toda la española tiene
que ver con su condición de puerto europeo en el más estricto sentido del término. La ciudad es un balcón por el que se asoma toda la Europa central al Mediterráneo, y a través de ella se exporta por tren el atún
hacia Rusia, Alemania, Austria, y por mar también hacia Cuba y Filipinas
[44]. En estos países y en determinadas ciudades los genoveses suelen establecer
casas comerciales, como la que existía en Belgrado en 1909
[45].
Nicolás Campillo afirmaba en 1888 que Italia necesitaba atún, unos
40.000 quintales, el cual unas cuantas fábricas italianas instaladas en España se encargaban de proporcionar, siendo Génova el principal destino del producto
[46].
Sabemos que, por esas fechas, hay italianos trabajando en la almadraba de Zahara en el procesamiento del atún, el cual preparan en escabeche(46a).
En España, además de en Sevilla, Córdoba, Ciudad Real o Zaragoza,
los mercados que más pesaban en el comercio del atún eran los tradicionales, situados en el Levante: Cartagena, Alicante, Valencia, Tarragona y Barcelona, lugares donde el bonito y el atún tenían una gran aceptación
[47], y adonde la mayor parte del producto llegaba a través de la navegación de cabotaje
[48].
Pero con ser importante, fue Génova el puerto que siguió siendo destino principal, al cual iba a parar más de la mitad de la producción, y a veces hasta el 90%. El principal medio de transporte para este
comercio era el barco de vapor. Los vapores solían hacer escala en Barcelona, a veces en Valencia y en Marsella, siendo en 1902 la Compañía Trasatlántica la que ofrecía condiciones óptimas para esta exportación
[49]. Más tarde, sería la Transmediterránea la principal línea de transportes que conectaba los puertos peninsulares con Italia. Esta empresa
tenía el puerto de Cádiz como escala, y en él será donde se embarque el producto con destino a Génova.
Desde luego que era factible que pudiese llegar el atún hasta Génova a través
de las vías férreas, pero el tiempo y el coste eran mucho mayores. En el total de horas que tardaba un tren en estar en Zaragoza, unas 40, un barco podía llegar hasta Barcelona, llevando casi otro tanto la travesía entre Barcelona
y Génova. Además, los barcos de vapor permitían mayores volúmenes de mercancías que los ferrocarriles, por lo que el gasto de transportar grandes partidas era mucho menor.
Por otro lado, el marco político
que aseguró esta exportación estuvo en diversos tratados firmados con Italia en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX
[50].
Serafín Romeu Portas, consolidó y potenció el mercado italiano hasta cotas no conocidas hasta entonces. Sus conservas en aceite tenían sus principales mercados en Francia, Italia y América, mientras que sus
salazones los tenían en el levante español
[51].
Su hijo no hizo más que seguir la estela del padre. En 1913, solamente la
fábrica de atún que tiene Romeu Fages en Cádiz, exporta a Génova 40.000 latas, las cuales llevan incluso las etiquetas en italiano
[52]; cuando
no los italianos compran grandes partidas, fabrican las latas y venden el atún español como propio
[53].
En 1934 el mercado genovés
seguía siendo el principal destino del atún español, con un negocio de 30.000 liras, y en el que hasta los japoneses, aprovechando las buenas relaciones con Italia, habían puesto sus miras para introducir atún
[54].
[1] D.
Bohórquez Jiménez: “Sancti Petri. De ayer a hoy” (2000), p. 62.
[2] Para una información pormenorizada
de los datos conocidos de capturas de los últimos cinco siglos,
vide: J. A. López González-J. M. Ruiz Acevedo: “Series históricas de capturas…” (2012), pp. 139-174.
[3] A partir de una referencia de Baltasar Veiga se ha hablado de una concesión realizada en 1874 a José Mª Requejo en 16.000 pesetas, que luego pasa a
la familia Lloyd, para terminar en 1880 en manos de la familia Romeu: A. Mª Carreras Egaña
et alli: “Barbate...” (1988), p. 156. Pero él único dato que por ahora hallamos registrado sobre la actividad almadrabera
de José Mª Requejo nos indica que éste arrendó la almadraba de Zahara el 29 de agosto de 1871 y lo hizo en 5.012,50 pesetas. Este almadrabero es probable que sea José Mª Requejo Gastardi, que fue concejal en el ayuntamiento
de Cádiz en los años 80: J. Marchena: “Burgueses y caciques…” (1996), pp. 194 y 214); La cantidad de 15.000 o 16.000 pesetas no aparece en estos primeros años, por elevada, en ninguna almadraba (A.G.M.A.B. Leg. 2192.
Registro de Almadrabas), si bien en las actas del Ayuntamiento de Vejer aparece también Requejo y esa cantidad: Actas de Vejer. Sesión 10 de mayo de 1920.
[4] La
almadraba de buche consiste en una serie de redes formando líneas y cuadros que se interponen al paso del atún frente a la costa y que conducen a las bandadas hasta un copo donde finalmente y con la ayuda de especialistas se extraen las presas.
[5] A.G.M.A.B. Leg. 2192. Registro de Almadrabas. Fue una mujer por tanto la que caló la primera almadraba en Barbate, hecho desde luego
muy excepcional, que probablemente obedeció a que su marido falleció después de solicitarla. Dª María Encarnación quizá era viuda de Gaspar Pérez Barceló y madre de Gaspar Pérez Guerrero,
una familia almadrabera de origen valenciano.
[6] Reglamento 1866. Art. 25. Podrá solicitarse el calamento de almadrabas en sitios
que nunca hayan existido, y si de la información que habrá de seguirse resultase no ser perjudiciales a los intereses generales de la navegación y el tráfico, u a otras almadrabas inmediatas, se hará la concesión por
término de cinco años improrrogables, a la espiración del cual se subastará como todas las otras.
[7] No le
falta razón a Segundo Ríos cuando dice que la industria de conservas de pescado andaluza es una “invención” de los fomentadores de la costa occidental del Huelva: S. Ríos Jiménez “Origen y desarrollo de
la industria de conservas…” (2005), p. 65.
[8] J. Bogarín Díaz: “180 Linajes isleños” (2012),
pp. 738-9 y 986 y ss.
[9] Revista de Geografía Comercial, 31 de octubre de 1888.
[10] J.
Bogarín Díaz: “180 Linajes isleños” (2012), p. 990.
[11] Miravent, p. 150 y ss)
[12] Jou Andreu, D.: “Catalanes en Isla Cristina” (1995), pp. 86, 87, 109 y 110.
[13] Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico Madoz, 1845-1850. Cádiz.
[14] Wenceslao Rahola Rubie formaba parte de otra
estirpe almadrabera. Su padre era José Rahola Godó, hermano de Juan, presentes ambos en la almadraba de Sancti Petri hacia 1880. El hijo de Juan, y hermano de Wenceslao, Arturo, también será dueño de varias almadrabas,
sin duda junto a otros almadraberos: D. Bohórquez Jiménez: “Sancti Petri…” (2000), pp. 74 y 75. Se casará con una vejeriega (gradezco esta última información a Arturo Relinque)
[15] Jurisprudencia Civil. Colección de las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo. Reus, 1888.
[16] Diario
Oficial de Avisos de Madrid, 30-6-1883.
[17] laalcarriaobrera.blogspot.com.es
[18] A.G.M.A.B.
Leg. 2.191/5.01.
[19] A.G.M.A.B. Leg. 2.191/5.01 y Leg. 2192.
[20] Revista
de Geografía Comercial, 31 de octubre de 1888.
[21] Sobre este asunto
vide: Fernández Duro, C.: “Almadrabas...
(1866).
[22] Santos García, A.: “Las almadrabas gaditanas…” (2006), pp. 47-55.
[23] Eco del Comercio (Madrid), 15 de abril de 1842.
[23b] Anuario de la Comisión Permanente de Pesca. Madrid, 1869-
[24] A.G.M.A.B. Comisión Central de Pesca. Libro 3. Leg. 2192.
[25] C.
Llorca Baus y N. Jorge: “Almadraba, salazón y cocina” (1988), p. 62 y ss.
[26] A.G.M.A.B. Leg. 2164, año
1894.
[26a] Vide Miravent.
[27] Para todos estos datos estoy siguiendo a J. Bogarín Díaz: “180 Linajes
isleños” (2012).
[28] A.G.M.A.B. Libro de Actas de la Comisión Central de Pesca. Leg. 2192.
[29] D. Bohórquez Jiménez: “Sancti Petri. De ayer a hoy” (2000), pp. 75 y 175.
[29b] Llorca Baus C y Jorge, N.: Almadraba,
Salazón y Cocina.Alicante, 1988. Pág. 43.
[30] D. Bohórquez Jiménez: “Sancti Petri. De ayer a hoy”
(2000), pp.75 y 175.
[31] La Correspondencia de España, 29 diciembre1895.
[32] Aunque
se halla entre los varios interesados, junto a Arturo Rahola. El Imparcial, 2 agosto 1895.
[33] El Día. Madrid, 28 marzo1908.
[34] Registro de la Propiedad de Barbate. Finca nº 6.278. Agradezco a Manuel Malia y Joaquín Gómez que nos dejasen consultar
una copia de este documento.
[35] Se pueden consultar algunos datos sobre el mismo en: F.G. Conde Malia: “Patrimonio Cultural...(2007),
p. 78.
[36] Esto es un signo distintivo que diferencia la nueva burguesía de la vieja aristocracia: antiguamente, las casas y
palacios señoriales se comunicaban con las iglesias de su patronazgo, en pleno siglo XX, el burgués prefería comunicar su vivienda con los despachos de su empresa.
[37] Florido
del Corral, D.: La pesca en Andalucía. Ed. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004. 174
[38] Para un análisis
del trabajo femenino en las empresas del sector, puede consultarse:Pascual, J. (Ed.) Actas del Simposio Aktea. La Mujer en la Pesca, la Acuicultura y el Marisqueo en el Contexto Comunitario. Santiago de Compostela, España. Asociación Canaria
de Antropología. 2005).
[39] La Independecia de Barbate, nº 5.
[40] Es
bastante probable que el mismo término “Zapal” sea importado por las gentes de Portugal o de Huelva que allí llegaban. Surgida del ceceo característico de buena parte de la Andalucía oceánica, la palabra original
es “sapal”, término de origen portugués trasladado por vecindad hasta Ayamonte, y que significa “marisma”. (Sino prueba concluyente, no deja de ser un indicio nada desdeñable que el padre Miravent utilice el término
hacia 1850 en su historia de La Higuerita, indicando que el pueblo iba creciendo a costa de ciertos terrenos, pues “…se van terraplenando sapales, y formando sitios de nuevo” (Mirabent y Soler, J.: Memoria sobre la fundación y progresos
de la Real Isla de la Higuerita. Ed.: José Rodríguez López. Isla Cristina, 1995. Pág. 168). También es muy probable que sean los propios portugueses allí instalados –
La Independencia de Barbate, nº
20- los que den nombre al lugar).
[41] F. Malia Sánchez y A. Aragón Fernández y: “José Miranda de Sardi…”
(1988), p. 128.
[42] La vida marítima, 30 mayo 1902. Para un análisis más detallado
vide: “Origen
y desarrollo de la industria de conservas de pescado en Andalucía (1879-1936)” Revista de Historia Industrial. Economía y empresa., nº 29. Universidad de Barcelona, 2005)
[43] La
voz 14 julio 1925. Aunque más parece publicidad encubierta que otra cosa.
[44] La vida marítima, 30 mayo 1902)
[45] El Heraldo de Madrid, 29 junio 1909.
[46] Revista
de Geografía Comercial, 31 octubre 1888.
[46a] Archivo Histórico Provincial. Vejer.
[47] Revista de Geografía
Comercial, 31 octubre 1888.
[48] Ana Mª Mojarro Bayo: “La Historia del Puerto de Huelva…( (2007), p. 595.
[49] La vida marítima, 30 mayo 1902.
[50] Vide S.
Ríos Jiménez: “Origen y desarrollo…(2005).
[51] El Día. Madrid, 28 marzo 1908.
[52] Nuevo Mundo 10 julio 1913.
[53] Vide S.
Ríos Jiménez: “Origen y desarrollo…(2005)
[54] El Sol 25 diciembre 1934.