Una historia de fronteras
Aunque ya los primeros pobladores de las costas barbateñas conocían y aprovechaban la riqueza de su litoral, parece ser que fueron los fenicios los primeros en explotar o al menos posibilitar el comercio de estos recursos de forma organizada. Mediante el sistema de la almadraba, un sistema de redes para pescar atunes, nació una gran industria que hizo de la zona gaditana un centro exportador conocido en todo el Mediterráneo. Desde el siglo V a. C. los griegos de Atenas mencionan el garum procedente de nuestras costas. Se trataba de una especie de salsa elaborada a partir de atún, morena y caballa. Las naves de comercio hubieron de sortear un poderoso obstáculo: la condición de frontera geográfica entre África y Europa, junto con una vía fluvial que facilitaba a los barcos corsarios las acciones de pillaje en las zonas agrícolas del interior, dificultaban el asentamiento humano en el litoral y las consecuentes relaciones comerciales.
Con el dominio marítimo y terrestre operado por Roma, es precisamente bajo la égida romana cuando la zona cobra mayor entidad. Los primeros testimonios escritos nos hablan del puerto de Baesippo, situado al parecer en la desembocadura del río Barbate y que se convierte pronto en un próspero enclave debido a su industria pesquera y de salazón heredada de la época fenicia. Desaparecidos la mayor parte de los vestigios de este periodo, los restos de la factoría y la necrópils que aún hoy siguen apareciendo dan testimonio de una ocupación intensa y prolongada en el tiempo, que pudo alcanzar si cénit entre los soglos III y V d.C.
Con la caída del Imperio Romano vuelve la inseguridad a las costas, al tiempo que se producen dos hechos de importancia en los posteriores siglos: el triunfo del Cristianismo sobre las religiones paganas y la condición del predominio del mundo rural sobre el urbano. Ambos se van a hacer patentes aquí con la fundación de varias ermitas, entre las que destaca la de San Paulino (actual ubicación de la Casa de la Cultura de Barbate); la de San Ambrosio (en el pago del mismo nombre) y la de la Oliva (a 5 Km de Barbate y en el término de Vejer, conserva el testimonio de su fundación).
Los avatares de la Reconquista convertirá esta zona en línea fronteriza, despoblada hasta el punto que Alfonso XI (mediados del XIV), establece el perdón a los homicidas que vengan con armas a Tarifa un año y un día. Parecida suerte debieron de tener nuestras almadrabas, pues en poco tiempo adquirieron fama por la baja ralea de su gente. Las hazas de la Suerte formaron parte de aquellos incentivos que concedieron los reyes en su deseo de proteger la frontera y repoblar la zona. En la larga guerra contra los musulmanes tiene su origen la Casa Ducal de Medina Sidonia, que extenderá sus dominios por toda la comarca y explotará sus almadrabas.
Expulsados definitivamente los musulmanes de España, la inseguridad en las costas se acentúa, erigiéndose durante el siglo XVI junto al río Barbate el Castillo de Santiago, destinado a proteger su entrada, además de levantarse por orden de Felipe II una serie de torres- vigía lo largo del litoral de las que pertenecen en nuestros alrededores la del Tajo y Camarinal. Situadas en lugares estratégicos sobre los acantilados, y pese a incluir artillería, tenían carácter eminentemente preventivo.
A finales del siglo XVIII llega a Barbate un maltés llamado Paulo Mallía o Pablo Malia, uno de los primeros entre los sucesivos inmigrantes, procedentes sobre todo de Vejer y de Conil, que irán conformando el carácter del pueblo.
En los inicios del siglo XIX un acontecimiento bélico convierte a Barbate en el centro de atención de la política nacional. Aliada del ejército francés, la armada española al mando de Villeneuve sufrió una terrible derrota el 21 de octubre de 1805 frente a la escuadra inglesa dirigida por Nelson. La batalla, que tuvo como escenario las aguas de Los Caños de Meca frente al cabo Trafalgar, tomó de éste el nombre para pasar a ser conocida como uno de los episodios más desgraciados de la historia naval española.
Durante todo el siglo XIX la localidad pasa por ser una pequeña y humilde aldea de la que apenas queda constancia, como la de un incendio que la asoló (mediados del XIX) con apenas cincuenta vecinos. Con la explotación de las almadrabas por la familia Romeu a finales de XIX y la construcción de "la chanca" o fábrica de atún, se produce el gran revulsivo que la economía local necesitaba, multiplicándose la población por veinte en poco tiempo.
A principios del XX, Serafín Romeu Fages, culto, burgués, monárquico y liberal mostró interés en la mejora del pueblo y costeó o ayudó a financiar varios edificios, como el Pósito antiguo, el vijo colegio de Doña Áurea o el cementerio actual. Mientras tanto, la villa contempla un apogeo económico y social sin precedentes, superando en población a Vejer. De esta época han quedado en la memoria colectiva personajes como, además de Serafín Romeu, el escritor Miranda de Sardi, el empresario Aniceto Ramírez, el farmacéutico Tato Anglada... Ellos promovieron la salida a la luz pública de tres diarios: El Heraldo de Barbate, La Independencia de Barbate y El Destello. Todos lograron concienciar a una gran parte de la población de la necesidad de independizarse del municipio matriz de Vejer. Esta desvinculación se produjo en 1938 y Agustín Varo Varo sería el primer alcalde pedáneo de Barbate.
En plena vitalidad económica y demográfica se inaugura el puerto pesquero (1961), logro empañado pocos años después por las medidas restrictivas marroquíes en relación con sus caladeros, lo cual supuso una crisis en el sector pesquero de gran calado que conllevó una gran emigración de barbateños. Como consecuencia, el crecimiento poblacional, acelerado desde la independencia, tocó techo en la década de los 60, llegando a registrarse unos 23.000 habitantes. El sector turístico, en principio minusvalorado, fue adquiriendo importancia a la vez que entraba en un declive estructural el pesquero, precisamente cuando el consumo de pescado alcanzaba en España cotas inusitadas y había ya que importarlo de otros países.
En los años posteriores se producen dos hitos en la historia de nuestro pueblo: la expropiación de la zona de Retín a fin de destinarla a un campo de adiestramiento de la Armada (1982), y la salvaguarda legal de una zona de gran valor ecológico, denominada Parque Natural del acantilado y Pinar de Barbate (1989), a la que posteriormente se van a añadir las marismas.
En la última década la puesta en marcha del polígono industrial y la aparición o desarrollo de nuevas factorías de pescados suponen una apuesta firme por las ocupaciones tradicionales que desde antiguo tuvieron relevancia en Barbate. En parte debido a esto, la población, después de 20 años de estancamiento, ha experimentado una pequeña alza en su número. Está por ver si este dato obedece a una coyuntura puntual o es un indicativo de una nueva etapa en la historia de nuestro pueblo.
Antonio Aragón Fernández